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“El periodismo no es un trabajo o una profesión, es una vocación”. Ésta frase de Ryszard Kapuscinski resume perfectamente lo que significó para el genial periodista polaco su profesión. Para saber todo sobre el polifacético reportero, historiador, escritor y poeta nacido un 4 de marzo de 1932 en Bielorrusia (entonces parte de Polonia), los alumnos de cuarto de periodismo de la UMH pudimos disfrutar de la presencia de su biógrafa, la profesora de la Universidad de Silesia, Beata Nowacka que impartió una interesante charla que nos permitió conocer más sobre la obra periodística del que sin duda fue uno de los grandes comunicadores del siglo XX.
Nowacka, que ya visitó la UMH el año pasado, nos contó que uno de los grandes motivos por los que Kapuscinski incluso después de su fallecimiento, hace ya 5 años, sigue siendo una referencia periodística en todo el mundo, es por el maravilloso papel que tuvo en África. Como trabajaba para la, por aquel entonces, modesta agencia polaca PAP le encargaron cubrir todo el continente africano, lo que le permitió cumplir uno de sus grandes sueños: ser testigo en primera persona de los cambios radicales que se sucedieron tras el nacimiento de las nuevas naciones poscoloniales. Es digno de admirar cómo arriesgaba su propia vida para conseguir pensar y sentir como las personas que eran los protagonistas de sus noticias y congelar esos momentos con sus fotografías, hasta tal punto que sobrevivió a 30 revoluciones, sufrió pobreza, tuvo lepra e incluso fue condenado cuatro veces a pena de muerte. Éstos peligros los afrontaba porque estaba convencido de que había un fondo tremendamente importante: “Ser la voz de los que no la tienen”. Según Beata, Kapuscisnki defendía que para obtener todos los tesoros, en forma de historias, que un periodista debe conseguir, hay que empatizar con otras personas, es decir, ganarse la amabilidad de los que compartirán o no sus historias con nosotros y hacerlos partícipes porque “esto nos diferencia de los poetas que crean las suyas propias”. Lo que él hacía choca con el periodismo tan de moda que consiste en ir a un país, grabar e irse, forma de trabajar de la que estaba totalmente en contra y a la que denominaba “periodismo de paracaídas”.
Pese a ser, en palabras de García Márquez, “el mejor periodista del siglo XX”, en sus inicios estudió historia, pero como explicó la profesora Nowacka “rechazó ejercer de profesor en Varsovia porque era un historiador atípico al que no le interesaba estudiar el pasado, sino vivir el presente, estar en medio de donde se estaba haciendo la historia”. Ejercer el legado que Kapuscisnki dejó con su forma de hacer periodismo parece, para muchos, inviable hoy en día por los tiempos tan difíciles que corren para la profesión, donde la mayoría de agencias de noticias se encuentran bajo el poder de la inmediatez. A los periodistas que se rigen por los cánones establecidos Kapuscisnki los denominaba “trabajadores del periodismo” más que periodistas como tales, y así lo hizo saber en su obra más lapidaria. Su idea era clara: “No tenemos que creer todas las palabras que vemos publicadas en los medios. Muchos de sus contenidos están escritos por trabajadores de los medios y no por periodistas, gente que conectan ideas para transmitir discurso”.
Lo que sin duda nos quedó claro a todos con la charla de Nowacka, es que la verdadera esencia de la profesión es trabajar nuestras noticias e introducirnos en ellas, sentir el periodismo como una vocación y no como un trabajo. Así lo hizo el propio Kapuscisnki que a sí mismo se definió a la perfección: “un intérprete de las otras culturas”.