El cuentacuentos del New Republic

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La película El precio de la verdad nos muestra en primera persona el polémico caso del periodista de The New Republic, Stephen Glass. Gracias a sus brillantes artículos, Glass tuvo una progresión meteórica que le convirtió en el reportero estrella de la publicación, lo que nadie sabía en aquel entonces, es que sus aclamados artículos eran en realidad historias inventadas propias de los mejores novelistas. The New Republic es uno de los medios más influyentes del país, lo que hace aún más impresionante si cabe que tuviera un mentiroso compulsivo entre sus filas durante tanto tiempo. Por desgracia para Glass, la publicación online Forbes, y en particular su periodista Adam Penenberg, se cruzaron en su camino destapando todas las invenciones de su artículo Hacker Heaven. Dicho artículo hablaba de un hacker adolescente que había puesto en jaque a una gran compañía al haber entrado en su sistema informático, obligándoles a contratarlo como consultor de seguridad.

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Cartel de la película

El personaje de Glass es interpretado por el canadiense Hayden Christensen que en mi opinión, y sin ser santo de mi devoción, firma una buena actuación, consiguiendo que cualquier espectador que no conozca el caso confíe en todo lo que cuenta en sus historias, y a veces hasta en sus escusas, presentándonos a un prometedor periodista, querido por todos en la redacción y enamorado de su profesión. Ser testigos de cómo se desarrollaron los hechos de un acontecimiento que cambió el periodismo en los EEUU es el fin de la película. Resulta muy interesante descubrir cómo Penenberg, un desconocido periodista de la edición digital de Forbes, que se encuentra a años luz del gigante The New Republic. Sin entender cómo se le podía haber pasado un caso así, decide ponerse manos a la obra con la verificación de los datos. Es en este momento cuando Penenberg descubre que el artículo al completo es inventado y comienza la caída de Glass, que ya había sido acusado de invenciones en otros de sus trabajos, como “Spring Breakdown” (primer artículo que nos muestra la película), que no fueron a más al contar con el apoyo de su ex-director Michael Kelly.

Stephen Glass

Cuesta mucho comprender cómo un medio de la categoría de The New Republic no verificara todos los datos y fuentes de los artículos de Glass, más aún cuando ese proceso existe y es contado por él mismo a los alumnos de su antiguo instituto en una “charla” que, por cierto, ¿es también inventada o realmente existe? El único motivo debe ser la confianza que transmite a todos sus compañeros, incluidos sus superiores, cuando narra en primera persona sus historias con todo tipo de detalles como si hubiera presenciado los hechos en primera fila. Aún así, rompe todas las leyes del periodismo publicar un artículo, sea el que sea, sin consultar ni siquiera en un buscador la veracidad de sus datos. Esto fue lo que le bastó a Penenberg para descubrir que la supuesta empresa, Jukt Micronics, no existía y a partir de ahí comenzar el desenmascaramiento de todo el artículo. Me llamó la atención en esta parte cómo en la redacción de Forbes digital discuten Pennenberg y una compañera, muy interesada en el caso, por la firma del artículo que dejará en evidencia a The New Republic Forbes Smokes out fake New Republic Story on hackers. Esto demuestra que lo que tienen entre manos es algo muy gordo e importante para un medio que buscaba ser referencia en el novedoso mundo digital. Finalmente, al descubrirse todo el pastel, Glass fue despedido y se supo que 27 de sus 41 artículos eran total o parcialmente inventados.

A continuación cito algunas de mis reflexiones:

– La importancia de las fotos para probar los artículos. Al final de la película la secretaria le da la clave al nuevo director, Charles Lane, sugiriéndole que no se puede inventar un personaje si tienes que fotografiar a todo aquel de quien escribes. Si se hubiera impuesto esa norma para todos los artículos jamás hubieran tenido el problema de Glass.

– A la hora de la verdad, por mucho que dañe a la revista, se decide trabajar a la par con Forbes para desenmascarar a Glass, demostrando que el bien del periodismo está por encima del bien personal. La escena en la que Chuck permite al director de Forbes y Penenberg que interroguen a Glass muestra con brillantez esta situación.

– En la película comprobamos lo poco que se conocía de los medios digitales por aquel entonces, ya que la página de Jukt Micronics que creó Glass para engañar a su director no engañaría en la actualidad ni a un niño de primaria. Aunque algunos medios como Forbes ya se introducían en el mundo digital, la inmensa mayoría aún miraba con recelo ese nuevo mundo.

– Con Stephen Glass descubrimos a un manipulador de primera, capaz de poner a toda una redacción de su lado hasta en los momentos más críticos y al que le afectó mucho la presión, pero no sólo la de trabajar en un medio de tanto nivel, sino también la de sus padres.

– Los directores y editores de los periódicos deben apoyar a sus periodistas, pero siempre debe haber un límite. En este caso, lo vemos claro con Michael Kelly, que confió ciegamente en un Glass que le coló multitud de artículos inventados, y con Charles Lane, capaz de irse con Glass al lugar de la convención de hackers para conocer la verdad.

Por último, comentar que, en la actualidad y por increíble que parezca, aún suceden estos casos. Uno muy parecido y que también tuvo repercusión fue el de Karen Jeffrey, periodista del diario Cape Cod Times, que inventó 69 fuentes para 34 artículos desde 1998. Estamos necesitados de una ética periodística que pare esta locura por el bien de la profesión y así evitar falsos rumores y noticias sin contrastar. Ejemplo de esto es la foto falsa de Hugo Chávez publicada recientemente en El País o el supuesto dopaje del FC Barcelona que surgió en la COPE.